Dos hombres atraviesa exhaustos el fondo de un socavón excavado en la roca maciza. Agotados por el calor, los hermanos Medardo y Ángel Castillo arrastran por el estrecho túnel la ‘burra’ cargada con sacos de yute, llenos de rocas trituradas. Encima de la burra -un pequeño vagón de tablones engarzados en rieles- va el tesoro en bruto extraído a 500 metros dentro de la roca.En la profundidad del socavón, una lámpara de luz mortecina ilumina el rostro pálido de Medardo, quien va delante guiando el camino . Ángel va detrás, empujando el pesado vagón.
Para estos jóvenes es una rutina que ejecutan decenas de veces al día, hasta que se alejan los últimos rayos de sol. En la mina Piedra Blanca, donde laboran los hermanos, solo hay descanso para un breve almuerzo al mediodía, en un improvisado comedor al pie del socavón. En las entrañas húmedas de la mina Piedra Blanca yace un pequeño filón de oro, oculto entre grises rocas de cuarzo.Piedra Blanca es explotada por una de las muchas pequeñas sociedades mineras asentadas en Portovelo, cuyos agujeros dominan el paisaje de este antiguo campamento minero, convertido hoy en el distrito de explotación aurífera más grande del país.Según estudios geológicos, la zona guarda reservas de oro para 100 años de explotación.Juan Matamoros, administrador y socio de Piedra Blanca, se siente orgulloso de la mina. Afirma que es como una mujer caprichosa. “Si la tratas bien, te da lo que quieres”. Para él, la labor minera también es suerte. “En una chancada (molienda de la roca) te puede ir bien, pero en la siguiente, mal, y quedarte incluso sin lo que ganaste la vez anterior”. Desde que abrió la mina, hace 18 meses, Matamoros ha tenido varios golpes de suerte. Eso –asegura-le ha permitido aumentar el personal, reforzar las galerías de la mina y mejorar las condiciones laborales de sus obreros. Matamoros desembolsa USD 35 como aporte patronal por la afiliación de cada uno de los obreros. Las condiciones laborales en Piedra Blanca parecen la excepción, comparadas con otras pequeñas mineras Portovelo. En Cimpe, una pequeña sociedad minera, el pasado 7 de junio fallecieron dos obreros, uno de ellos menor de edad. La muerte se produjo por asfixia. Se presume que los jóvenes mineros ingresaron en una cavidad donde no había oxígeno. La Administración de la mina deslindó responsabilidad al señalar que los jóvenes mineros no tenían autorización para acceder a la galería donde perecieron. Cuatro días después del accidente, el viceministro de Relaciones Laborales, Francisco Vacas, visitó la mina y comprobó que, de los 60 mineros empleados allí, la mayoría, unos 40, era peruana. También eran peruanos los dos jóvenes asfixiados y, al igual que la mayoría de foráneos, carecían de un contrato laboral.En la Inspectoría de Trabajo que funciona desde hace un mes en Portovelo no se facilitaron cifras sobre el número de obreros que trabaja en las minas ni su condición laboral o migratoria. La secretaria de la dependencia se limitó a mostrar una carta, que precisaba que no están autorizados para dar información a la prensa.Según la Cámara de la Pequeña Minería de Portovelo, en el distrito laboran 4 000 mineros informales. Esto es mineros que buscan oro por su cuenta en socavones o hacen de ‘jancheros’. El ‘jancheo’ es a lo que se dedica Francisco Cañar desde que dejó su trabajo como jornalero en una finca del cantón Piñas. “Janchar es romper la piedra que desechan de las minas, para ver si se encuentra algo de oro”, explica el hombre de mediana edad. Francisco ‘janchea’ todo el día para llenar 60 sacos con rocas que él mismo tritura con un pesado combo de hierro. De todo ese material, con suerte se obtendrán 4 gramos de oro.Una delegación de la Defensoría del Pueblo de El Oro realizó una inspección a la mina Cimpe, donde murieron los mineros peruanos. El titular del dependencia, Fernando León, sostuvo que, según las verificaciones, “parecería que allí se cumple con los estándares de una mina”. “Había un lugar que estaba restringido. Los mineros no tenían que pasar más allá. Hay la presunción de que desoyeron las recomendaciones”. A la Defensoría sí le llamó la atención la cantidad de obreros peruanos en las minas. Por ejemplo, Danny N., quien se vino de su natal Piura hace casi dos años, atraído por un buen jornal. Danny también labora en Cimpe, donde asegura ganar USD 280 mensuales. Dice que podría ganar más, pero confiesa que su condición laboral en Ecuador aún es irregular. Danny cree que al menos 300 de sus compatriotas laboran actualmente en las minas de Portovelo.Para los obreros de la mina Piedra Blanca, la única preocupación es que la roca siga arrojando la suficiente cantidad de oro, porque de ello depende que sigan manteniendo sus trabajos.FUENTE: EL COMERCIOFECHA: 22/06/2011
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